lunes, 20 de febrero de 2012

Una Historia tan Ficcional como la Misma Caída de la Bolsa de Nueva York


Una mañana de domingo radiante y calurosa, se convirtió en la escusa perfecta para que Daniel especulara que trabajar en la granja de su padre sería un desperdicio, sabía que todos sus amigos estarían en el lago, y él haría todo lo posible por no perderse éste encuentro. En principio, faltar a trabajar sería para su Padre un gran agravio, y una deshonra para su Madre. Pero casado de la rutina quería tener un momento de distracción juvenil.
Daniel, cuyo trabajo consistía en sembrar y recolectar uvas, debía encontrarse siempre preparado para cumplir con dichas labores. En su casa, y por motivos de la tradición familiar, al hijo primogénito le correspondía desprender los frutos el día domingo antes de las dos de la tarde, de esta manera obtendrían una recolección fresca y a tiempo, antes de que el sol completara su ciclo dañando los productos.
Sin por menores, y un poco desinteresado por lo que ocurría a su alrededor, decidió dirigirse al lago al encuentro con sus amigos. Pero al llegar allí observo que ninguno de ellos estaban, los espero por más de cuatro horas, y nunca apareció nadie.
Al llegar a casa, eran más de las 6 de la tarde, su Padre totalmente furioso lo reprendió, y le dijo que la situación económica del país no se encontraba bien como para haber dejado dañar las uvas. Daniel sabía que sin lo producido del domingo no podrían comer en la semana. Como castigo, y no sólo para Daniel, sino para toda la familia, tendrían que comer los frutos deshidratados.
Daniel quien se caracterizaba en su familia por tener el orgullo más grande, sabría que los ojos de sus padres y de sus cuatro hermanos estarían siempre sigilosos a sus movimientos, para molestarlo y culparlo. Él se dio a la tarea de encontrar una forma rápida, y lo más pronto posible para adquirir dinero, y de alguna manera pagarle a su padre toda la producción. Aunque sus tierras no eran muy grandes, la producción de uvas, en ese entonces, era bien pagada, y las grandes industrias licoreras compraban a buen precio está clase de frutos.
Desde su punto de vista un poco ingenuo, y decidido en solucionar las cosas con su Padre,  se encamino en la búsqueda de la licorera más cercana, y como propósito vender estos frutos deshidratados. Pero, al llegar allí pudo observar que todo estaba cerrado, y que los trabajadores se habían marchado por completo. Para él era un poco complicado entender este fenómeno, pero al llegar a casa y conversar con su Padre al respecto, le comentó que el país se encontraba en crisis económica, y que era la más grande del mundo, que no les había querido decir nada para no preocuparlos, pero que vendrían épocas de hambre.
Los ojos de Daniel, un poco aguados y con un gran nudo en la garganta se desataron a llorar, y le pidió perdón a su Padre por no haber recogido las uvas en el momento en que se requería, pero el padre le contesto, no te preocupes hijo ya nada importa al respecto, al fin y al cabo tampoco las hubiésemos podido vender.
Estás pablas frías, no por el tono , sino por su representación, se gravaron en su cabeza con un mensaje latente el cual se repetía se repetía, y cada vez más con mayor impacto.
La migración se presento en esta época como una de las soluciones más prontas, para mejorar la situación económica, pero para la familia de Daniel esto era inconcebible, su Padre se negaba en dejar su tierra, y su Madre aunque un poco desconcertada, decidió que lo mejor era irse de allí con sus hijos, Daniel quien era el mayor, se encontraba en una disertación, si acompañar a su padre, hasta que el hambre los matara, o marchase con su Madre.
Decidió en hacer lo mejor, opto por irse con su Madre hasta donde más pudiese, y así conseguir alimentos para traerle a su padre. Nueva York, se encontraba a 25 kilómetros, el trayecto era muy complicado, dado a que no existían carreteras en su totalidad, y medios de trasporte tales como carros sólo podían ser comprados por ricos, y millonarios, entonces tendrían que caminar.
Al llegar a Nueva York, descubrieron que las cosas allí estaban peor, y que lo mejor hubiese sido conservar aún más la calma, y tratar de pasar sólo con uvas, por el resto de la crisis. Daniel desconcertado por todo, y preocupado por su Padre, tenía algo entre manos, al recordar que algún día vio como uno de sus amigos manejaba un carro.
A eso de las 6 de la tarde, en medio de alborotos y protestas, Nueva York se encontraba infectada de un plaga de rapases y desesperados seres humanos, en donde algunos habían perdido todo, y en donde otros que debían ya no debían nada. pero que se unían en una sola causa, y era la de que el Gobierno acabara de una vez por todas con esta crisis.
El robar un carro, era una solución tan inteligente como la de no robárselo, pero para Daniel  ya nada importaba. Daniel esperó en una esquina un poco solitaria y oscura donde la frialdad de una farola, cada vez se opacaba más, diagonal a su posición llego un hombre en un carro, quien tal vez era millonario, entonces con un destornillador en la mano se acerco hacia él, y sólo amenazándole le pidió que se bajara, al montarse allí Daniel se preocupo aún más por el hecho de no saber manejar, y en este momento se acercaron dos hombres, quienes lo golpearon y lo aporrearon. Su Madre decidió que lo mejor era volver a casa, con mucho esfuerzo y sacrificio pudieron llegar en 5 días.
El Padre vio la situación en la que se encontraba su primogénito. El comprender que la muerte se aproximaba a su casa, era una asombrosa y triste interpretación de la realidad de la ciudad, y aún más de la vida. Al fallecer Daniel, su Padre y su Madre, comprendieron que la crisis económica, era sólo una invención ficcional por parte de unos Gobernantes, quienes harían padecer al pueblo  de todos los males, y que su objetivo era que se mataran entre ellos mismos, a causa de deudas, robos, y desesperaciones.

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